Regueiro, Restaurante & Hotel
Las croquetas se pasean de mesa en mesa, estando presentes en todas. Lógico. No se puede ir a Tox y no comer las croquetas de Diego. Él le resta importancia, no tiene reparo en contar que las hace con un litro de leche y setenta gramos de harina. Son de un crujiente finísimo por fuera (en concreto utiliza el pan rallado del Eroski según nos confiesa), y muy cremosas por dentro. Las bolea a mano. Quizás los dos trucos fundamentales sean que la masa tiene que estar muy fría, y que la cantidad de aceite debe cubrir totalmente las croquetas, porque si no es cuando al voltearlas se desparraman.
Optamos por el menú degustación, que creo que es la mejor opción para ver toda la cocina que atesora en sus manos. Se nota el sello Manzano en la sensibilidad de las ejecuciones, la elegancia de los sabores y el trabajo de los fondos y caldos, uno de los aspectos más importantes de la gastronomía y al que no muchos le prestan atención. Comenzamos con un plato en el que el “oriciu” comienza a mostrar que se acerca a su temporada álgida. Mucho sabor, buen integración con las algas y las hortalizas… buen inicio. Seguimos con un clásico de su cocina reinterpretado, el calamar, con un fondo para llevarse un litro a casa.
Me gustan los cocineros que no inventan un menú cada año, sino que evolucionan sus platos y crean tres o cuatro aportaciones nuevas. Le da continuidad y ves cómo cambian ingredientes en busca de nuevos matices. Me encantó el siguiente plato, una molleja especiada, un juego de fusión que me recordó a David Muñoz (Diverxo) y que me pareció muy acertado. Matices chispeantes, crisol de culturas y textura impecable, algo que volvemos a encontrar en la merluza al vapor, pura delicadeza. Y posiblemente el plato de la tarde fue la royal de liebre, un plato clásico difícil de encontrar, pura emoción en cinco bocados.
Como postres, más prescindibles, un sabayón de maracuyá al que le faltaba frescor y que se convierte en un poco cansino, y una crema de arroz con leche a la que le faltaba temperatura y que hizo flotar el azúcar requemado, que iba por libre.
El resumen es que Diego Fernández es uno de los cocineros más importantes que hay ahora mismo en esta región, y lo que es reseñable, con recorrido, no ha tocado techo y tiene las ganas y el conocimiento suficiente para darnos muchas tardes y noches de gloria.
Y por cierto, no se va a ir de Tox, sino que invertirán en ampliar y mejorar instalaciones. Lo digo porque ese rumor fue posiblemente parte de la culpa de que tengamos faro en el titular y no estrella.

